
Los Juegos Olímpicos de Tokio son históricos para el país por múltiples aspectos. Nunca antes en la historia de una olimpiada habíamos llevado tantos atletas como ahora: 48, aunque finalmente quedó la nómina reducida a 47 por la descalificación del atleta Álex Quiñónez. Nunca antes habíamos tenido grandes deportistas con esperanzadoras marcas individuales en sus competencias. Hoy se refrendan esas esperanzas con las tres medallas ganadas y dos diplomas olímpicos. Y nunca antes habíamos tenido a tantas mujeres compitiendo en una misma edición: 30 en Tokio. Eso explica por qué ellas ya tienen dos preseas, mientras que los hombres han obtenido una.
Richard Carapaz y Neisi Dajomes, con sus preseas doradas en ciclismo de ruta y halterofilia; Tamara Salazar y su plata en halterofilia; y los diplomas olímpicos de Angie Palacios en halterofilia y Alfredo Campo en ciclismo BMX, han puesto el nombre del Ecuador en lo más alto del mundo y del continente. Pero estos logros, todos conseguidos en deportes individuales, nos dan la pauta de hacia dónde debemos continuar con el trabajo tesonero de las asociaciones, comités, ligas cantonales, federaciones deportivas provinciales, federaciones ecuatorianas por deporte, el COE, así como el Ministerio del Deporte, para que, lejos de pensar en acumular medallas, procuremos otórgales la formación disciplinaria integral a nuestros deportistas. Y todavía hay esperanza de conseguir algo más: la atleta Glenda Morejón y el nadador orense David Farinango, pueden darnos más alegrías, pues sus marcas así lo avalan. Lamentablemente, el éxito de nuestros deportistas se ha visto empañado por sus revelaciones, en las que han desnudado el maltrato que dicen recibir de parte del Estado en su conjunto, por la falta de asignaciones presupuestarias, indumentaria, personal técnico y operativo necesario… en definitiva, todas las falencias propias de países estancados en el subdesarrollo por la corrupción desmedida como el nuestro. Si el Estado no tiene como prioridad destinar fondos públicos para la formación de deportistas, bien puede generar mecanismos para que la preparación de nuestros atletas de alto rendimiento sea cubierta con fondos privados, mediante alianzas. Y para el deporte formativo de similar forma. Pero no podemos desperdiciar esta generación de oro que llena de orgullo a toda una nación.
